Pervitin, la droga que hacía sentirse invencibles a los soldados alemanes en la Segunda Guerra Mundial

Si alguien cree que la consumición de drogas estimulantes para aumentar el rendimiento es terreno exclusivo del deporte se equivoca, como lo hará quien piense que la metanfetamina no pasa del mundo en que se zambulle Walter White en Breaking Bad. Ambas cosas se juntan cuando de lo que se trata es de reforzar el valor del soldado, y tampoco aquí la cosa se limita a esos tenebrosos casos de África. Ya tuvimos un buen ejemplo hace décadas, durante la Segunda Guerra Mundial.

En 1940, un soldado alemán de veinte años llamado Heinrich Böll incluía en varias cartas escritas a sus padres y hermanos una petición para que le hicieran un curioso envío. Decía: «Es difícil estar aquí y espero que entendáis que sólo puedo dirigirme a vosotros cada dos o cuatro días. Hoy os escribo para pedir un poco de Pervitin». Böll, que sería el primer germano en ganar el Nobel de Literatura tras el conflicto (en 1972), estaba solicitando un fármaco de uso legal que se había vuelto muy popular entre la tropa, especialmente en la primera fase de la guerra, en las invasiones de Polonia y Francia.

Aquel primer semestre, cuando el concepto de Blitzrieg requería velocidad y decisión, la Wehrmacht suministró metanfetamina para ayudar a los hombres a mantenerse despiertos y eufóricos, según explica un libro de reciente publicación titulado Der total rausch. En realidad su autor, Norman Ohler, recoge y actualiza algo que ya era conocido. Aún cuando Hitler recomendaba la abstención de alcohol y tabaco (pese a que se inyectaba sistemáticamente Eukodal, un narcótico analgésico más potente que la morfina), el uso de drogas por parte de los soldados alemanes no estaba prohibido por los mandos si contaban con la correspondiente receta médica.

Pervitin metanfetamina soldados durante II Guerra Mundial 2

De hecho, la ley de drogas oficial del Tercer Reich fue heredada de la República de Weimar (1919-1933) y muchos desarrollaron cierta adicción a cocaína y morfina. Ésta última había provocado que, en 1925, el mismo Herman Goering tuviera que ingresar en un hospital psiquiátrico de Suecia para desintoxicarse. En el caso concreto del Pervitin, creado por la farmacéutica Temmler, se comercializaba desde 1938 en forma de pastillas y estaba diseñado para combatir el cansancio y el estrés. Era metanfetamina y, por tanto, provocaba subida de adrenalina y autoconfianza, a la par que reducía el cansancio, el dolor, el hambre y el sueño.

Pero nadie lo consideraba una droga desde el punto de vista negativo sino sólo algo equiparable al consumo de café. Por eso tuvo bastante éxito entre la población en general y atrajo la atención de un médico militar llamado Otto Ranke, director del Instituto para la Defensa de Fisiología General y de la Academia de Medicina Militar de Berlín. En 1939, Ranke probó el Pervitin en un centenar de estudiantes universitarios y los buenos resultados le llevaron a proponer su aplicación en soldados. El resultado de la campaña de Polonia avalaría su uso. Popularmente era conocido entre los aviadores como Stuka-Tabletten o Hermann-Göring-Pillen.

Pervitin metanfetamina soldados durante II Guerra Mundial 1

Así, se suministraron 35 millones de tabletas de Pervitin y un producto gemelo llamado Isophan, que fabricaba la farmacéutica Knoll, contando cada pastilla con 3 miligramos de sustancia activa. Fueron distribuídas bajo las siglas OBM como estimulantes, aunque recomendando una dosis de una a dos tabletas sólo cuando fuera necesario mantenerse despierto. El OBM desplazó a otro tipo de drogas hacia las que había peor consideración y que habían demostrado ser adictivas, como cocaína, opio o morfina.

En cambio, el Pervitin parecía un fármaco bueno y no nocivo; algunos lo compararon con la Coca-Cola y se añadió al chocolate. El producto demostraba su eficacia en situaciones extremas, como una vez de 1942 en el frente oriental donde, a 30 grados bajo cero y perseguidos por el Ejército Rojo, medio millar de alemanes extenuados, tendidos sobre la nieve esperando la muerte, salvaron sus vidas al recibir sus pastillas y recobrar tanto las fuerzas como el ánimo. Incluso los mandos lo tomaban; Norman Ohler asegura que Rommel lo hacía como si fuera «el pan de cada día». Y no fue una exclusiva alemana: los japoneses y los aliados también lo usaron.

Después de la guerra, el Pervitin siguió consumiéndose, bien con receta en farmacias, bien en el mercado negro, como antidepresivo y para reducir la sensación de hambre, al igual que los estudiantes de medicina también lo usaron para mantenerse despiertos y estudiar. En los años setenta se proscribió y fue declarado ilegal.

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