Rajoy lee su discurso de la Constitución en la tele sin mirar a cámara

Pocos políticos son capaces de pronunciar un discurso sin leerlo, muchas veces de manera textual, y menos si es ante la televisión. Hay un mecanismo, el telepronter, que permite leer sin que se note en la pantalla porque el protagonista mira al objetivo de la cámara. Pero Rajoy parece que no sabe. Este es el discurso que ha grabado con motivo del Día de la Constitución que se celebra este viernes, en el que el presidente no cesa de mover los ojos entre el objetivo y el texto. (Es más patético si se ve sin sonido)

En cuanto al contenido, más de lo mismo. Dice que hoy en día España goza de unos servicios sociales «sencillamente inimaginables» en otros países y que ahora el país es «moderno, abierto y tolerante». Y añade que «a pesar de la crisis que ya empezamos a superar, estos 35 años han sido de lejos los mejores de nuestra historia reciente».

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El artículo de Juan José Millás hoy en El País puede ayudar a reponerse de tamaña inutilidad del tipo de la pantalla:

«Rajoy, que sepamos, no es delincuente. Por eso nos extraña la profunda admiración que viene manifestando hacia ellos. Se derretía hablando de Carlos Fabra, de Jaume Matas, de Luis Bárcenas… Estaba dispuesto a dar la vida por tipos tan dudosos como Francisco Camps, el amiguito del alma de El Bigotes, y mantiene en su Gobierno, contra toda evidencia, a Ana Mato, cuya ignorancia sobre las marcas de automóviles empieza a ser una memez en relación a lo que está aflorando al abrir las cajas de la Gürtel. Está también el asunto de la Agencia Tributaria, que amnistió en su día a la delincuencia grande y que continúa deshaciéndose sin pausa de quienes se empeñan en meterle el dedo en el ojo a los millonarios evasores. 

Todo muy feo, especialmente si tenemos en cuenta que el presidente del Gobierno, sin que dudemos por eso de su honradez, ha faltado a su palabra en un par de años más que una persona normal a lo largo de una vida. Queremos decir que tiene dificultades con la verdad.

Este es un país muy desgraciado, no por sus presidentes, cuya trayectoria personal es intachable, sino por la gente a la que admiran. Felipe González, sin ir más lejos, ascendió a Galindo, luego condenado a 71 años de cárcel por crímenes atroces. Acompañó a la cárcel a Vera y a Barrionuevo para mostrarles su adhesión y puso la mano en el fuego por personas con las que usted y yo no iríamos al cine ni locos. 

La trayectoria de Aznar, fuera de pequeñeces como el apoyo a la guerra de Irak, donde desde la intervención de Bush se han producido más crímenes de los que podría soportar una conciencia media, es honrado a carta cabal, nadie lo duda. Pero reunió en la boda de su hija a una banda de malhechores que ha robado más de lo que a usted y a mí nos cabe en la imaginación. ¿Cómo explicar este divorcio entre lo que uno es y lo que a uno le gusta?»

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