Los ratones cierran un restaurante de Jamie Oliver
Jamie Oliver tiene posibilidades de entrar en la prestigiosa lista de Restaurant. Porque si el Noma de René Redzepi se ha aupado al primer puesto tras padecer el año pasado una intoxicación alimentaria, el Barbecoa del popular chef televisivo británico ha conseguido el más difícil todavía: tener que cerrar -«voluntariamente», dicen- durante 24 horas tras detectarse moho en la carne y excrementos de ratones.
El Barbecoa está en una ubicación privilegiada junto a la catedral de San Pablo, en Londres. El establecimiento es una carnicería que despacha selectas piezas de vacuno y porcino, materia prima que también surte, escaleras arriba, a un restaurante de postín. Un menú medio de tres platos cuesta 60 euros.
En enero pasado, los inspectores del departamento de salud hicieron su habitual visita al local y el resultado no pudo ser más indigesto: una estrella sobre cinco. Encontraron moho en la carne colgada en las neveras del sótano, las máquinas de corte y envasado estaban sucias y algunas piezas y despojos de buey de Wagyu -raza bovina originaria de Kobe (Japón)- habían caducado.
Además, según el informe, las puertas del refrigerador estaban sucias, el suelo roto y se apreció «una fuerte presencia de deposiciones de roedores». La carnicería fue clausurada de inmediato, aunque ya ha reabierto. Oliver, que define Barbecoa como «una celebración de la cocina tradicional a la parrilla, con increíbles ingredientes», se escuda en el proceso de curado de la carne para justificar la presencia del moho. Un portavoz de la empresa declaró al Evening Standard que «cuanto más tiempo se seca la carne, más moho aparece. Es un proceso natural y es seguro comerla». Y añadió que los problemas de higiene son «extremadamente raros» en los restaurantes de Jamie Oliver. Como en los de su compatriota Heston Blumenthal, cuyo Fat Duck sufrió un norovirus en el 2009, y sigue en la lista de Restaurant.