Un vecino de Boborás, en huelga de hambre por un reloj que suena 48 veces al día

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Una tortura nocturna viven desde hace cuatro años una pareja en el pueblo de Morouzón de Cameixa, en el Concello de Boborás, a causa del reloj de la iglesia que toca las horas y medias horas tanto de día como de noche, y con un altavoz. Juan y Carmen, cuando compraron su casa y se fueron a vivir allí, no contaban con que el reloj sonara de noche. Y ante la negativa del resto de los vecinos a desactivar el altavoz, así como del cura párroco, Juan anuncia que emprenderá una huelga de hambre a partir del próximo día 22.

Nada menos que 48 veces al día esta pareja tiene que escuchar el reloj de la iglesia, que para las medias horas tiene una melodía y para las horas toca las que son de cada vez, o sea, si son las 05.00 horas ofrece cinco toques. Pero además, ello a través de un altavoz por el que también dice tienen que escuchar todos los actos litúrgicos en su propia casa. Esta situación les produce a ambos problemas de insomnio, y en el caso de Carmen, que padece de taquicardias, éstas se ven agravadas a causa de no descansar bien por las noches.

Explica Juan que planteó este problema a los vecinos del pueblo pero se encontró con la negativa de todos, incluso al dirigirse al cura «me dijo que eso era lo que querían los vecinos». Ante la falta de apoyo, este afectado ha optado por recurrir a la huelga de hambre para evitar poner una denuncia judicial y alterar así la convivencia vecinal.

Esta pareja tuvo en el verano un respiro durante unos tres o cuatro meses en que enfermó el cura, pero hace alrededor de una semana volvió a conectarlo.

Explica también Juan que la mayoría de los vecinos de Morouzón son personas mayores, que seguramente duermen profundamente y otros se medican y no les afecta el reloj. Indica que «nosotros y un chico de unos 20 años somos los más jóvenes del pueblo», pero además, esta pareja vive a escasos 70 metros de la iglesia, al igual que otro grupo de vecinos y el resto más lejos.

Al preguntar sobre esta queja a algunos moradores de Morouzón aseguran que el reloj «lo recuerdo tocando toda la vida», y que antiguamente el que había «era de martillo pero con los tiempos hay que modernizarse». Por ello, señalan que entre todos los vecinos colaboraron económicamente con el cura para comprar uno nuevo y que de esto ya hace unos 30 años o más.

Asimismo, dicen que cuando se daña «nosotros colaboramos para arreglarlo», y que esos meses de verano que estuvo apagado porque el cura estaba enfermo «se echaba en falta» por lo que llamaron para que se lo fueran a conectar nuevamente.

Según una vecina «todos queremos el reloj día y noche, a nadie nos molesta, solo a ellos y en cuatro años vienen a protestar ahora».

Así, ante la falta de apoyo vecinal, Juan anuncia una huelga de hambre «indefinida» en la puerta de la iglesia, y dormirá ahí en su furgoneta para protegerse del frío, hasta que «los responsables de esta incomprensión desactiven los altavoces que están perturbando nuestra vida normal». Y es que además de las horas tiene que escuchar todas las misas.

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