Diez ejemplos de cómo Internet le ha hecho a usted más tonto

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*este artículo está escrito en segunda persona de singular y se dirige a usted. Es posible que usted no haya hecho algunas de las cosas que aquí se afirman. Si es así, disculpe la generalización. Usted no las hace, pero todos los demás sí.

1. El umbral de su paciencia ha quedado bajo mínimos

Hay una regla no escrita entre los creadores de vídeo online que dice que a los noventa segundos el dedo del usuario empezará a moverse inquieto sobre el ratón con la seria amenaza de hacer clic y cerrar su página. Han calado al espectador del futuro. El vídeo (no musical) más visto de la historia de Youtube es ‘Charlie Bit My Finger’, un drama doméstico en el que un bebé muerde el dedo de su hermano mayor. Dura 56 segundos. El segundo, un montaje de dos bebés cantando y soltando ventosidades en una bañera, dura 36. En tercero, un plano fijo de una adolescente china haciendo explotar una botella de coca cola en su cuarto de baño, dura 25. El cuarto, una tragicomedia en la que una niña propina una patada en los testículos a su padre, dura 23. Las conclusiones son dos y son alarmantes: usted solo ve vídeos de chorradas y se harta si esas chorradas no comienzan en el segundo diez.

2. Hola whatsapp, adiós subordinadas

Antes, en la era del SMS, solía usted ser lacónico pero formal. Decía: «Hola, quedamos a las 10? Te aviso si llego tarde». La gratuidad del Whatsapp ha hecho que envíe indiscriminadamente mensajes. Su smartphone no sonará una vez como hubiera sonado hace unos tres años. Su móvil sonará ahora del orden de seis veces. «hola» (¡bling!). «quedamos?» (¡bling!). «a las 10?» (¡bling!). «si llego tarde» (¡bling!). «te llamo» (¡bling!). «un beso» (¡bling!). Si durante esta retahíla de picaduras a su smartphone está usted haciendo algo importante como consultar su extracto del banco, mantener una conversación importante con un familiar o necesita contrarreloj encontrar la dirección de su hotel en una ciudad desconocida para huir de una banda de cacos, maldecirá eternamente a la persona que le está molestando. Y cuando le vea le gritará, abofeteándole tras cada palabra: «¿Cuesta? ¿Tanto? ¿Escribir? ¿Todo? ¿De? ¿Un? ¿Tirón?».

3. La nostalgia ha hecho de usted un ser molesto

¡Así que usted también ha ido a EGB! ¡Y creció con ‘La bola de cristal’! ¡Y bailó con la música de Mecano! Felicidades, pertenece usted a un selecto grupo del que solo forman parte, por hacer un cálculo rápido, unos 30 millones de españoles. Y sin embargo no deja de recordárselo a sus amigos en redes sociales y de unirse a grupos que celebran algo tan intrascendente y eventual como respirar, ser rubio o haber nacido en Torrelodones. ¿Usted también pasó miedo con Twin Peaks? Es bueno que nos lo recuerde constantemente con fotos de la serie dado que pertenece usted a una reducida élite: la serie tuvo un exiguo 57% de share cuando fue emitida por Telecinco.

4. Ve usted como las cosas han pasado de moda en un tiempo réc… perdón, YA

Contaré algo que sucedió al que esto suscribe. Me levanté anteayer, justo cuando acababan los Globos de Oro y comenzaban las afterpartys (pero ya era la mañana siguiente en España) y me encontré las redes sociales llenas de fotos de perros, gatos, muñecos y hombres vestidos con una especie de sábana que rodeaba sus cuerpos al estilo emperador romano y con unos cuatro cordeles negros distribuidos horizontalmente a lo largo de la figura. Pensé que se trataba de los miembros de una secta a punto de comenzar un ritual pagano. Al contrario: como usted ya sabrá, eran los cientos de memes que surgieron a rebufo del vestido de Dior que Jennifer Lawrence llevó a los Globos de Oro. En una paradoja temporal, el mundo conspiró para que viese antes el meme que el origen. Acostúmbrense a que esto ocurra cada vez más. Y si han llegado tarde, callen y disimulen. A eso de las seis de la tarde de ese mismo día alguien puso de nuevo una foto de un gatito disfrazado de Jennifer Lawrence indicando que le había hecho mucha gracia. Un comentario señaló: «Esto es viejísimo».

5. Afirma usted ser enormemente feliz

Pero en realidad es igual de miserable que antes de hacerse un perfil de Facebook. Sin embargo las redes sociales le ha hecho caer en un comportamiento entre paradójico y psicopático en el que, mientras engaña a los demás, se deja engañar por ellos. Usted está filtrando sus fotos para que todas muestren un bonito paisaje en los que usted sale guapo, está eligiendo sus estados con cuentagotas para que siempre narren algo divertido o emocionante, está compartiendo con el mundo que su trabajo es apasionante o que la comida le ha salido excelente. Y cuando ha terminado de construir esa realidad a su medida, se dirige a otro perfil, ve sus fotos y sus estados y piensa para sus adentros: «¡Es mucho más feliz que yo!». El Facebook es una celebración de los buenos sentimientos: hay un botón de ‘Me gusta’, no de ‘Lo odio’. Hay ‘Amigos’, jamás ‘Enemigos’. Hay ‘Compartir’, no ‘Esconder’. Y sin embargo está construido para hacerle sentir pequeño e insignificante. La felicidad de los demás nos está volviendo seres solitarios y tristes. No solo le pasa a usted, lo dice la universidad de Stanford.

6. Se cree usted muchísimo más listo de lo que es

Y lo sabe todo. Porque lo ha leído en un foro. O en la Wikipedia. O en el Twitter de un señor que de verdad lo sabe todo. Internet también ha creado ese interesante lapso de diez segundos que va entre que un interlocutor plantea una pregunta durante un chat hasta que el otro interlocutor la responde, tras una visita rápida a Google. Pero ojo: la búsqueda de la verdad en Internet solo le provocará quebraderos de cabeza. En primer lugar, en Internet existen todas las verdades. Podrá encontrar la misma historia contada de cincuenta maneras, la misma cita puesta en boca de cinco personajes distintos y miles, millones de mentiras. A veces puede incluso encontrar su verdad más conveniente simplemente tecleando en Google la frase que más le apetece leer. Si usted teclea que «Estambul está en Asia», Google le dirá que Estambul está en Asia. Si teclea «Estambul está en Europa», Google también le dará la razón. Si teclea «Facebook te vuelve solitario y triste», aparecerá algún estudio que lo confirma.

7. También se cree usted muy importante

Twitter le ha convertido a usted en crítico de cine. En analista político. En diseñador de moda. En musicólogo, sociólogo, periodista, arquitecto y profesor. También en el mejor amigo de los famosos, a quien usted felicita, celebra, apoya, pica y replica en un intento por llamar su atención. Es posible que la culpa no sea enteramente de usted, sino de los medios que empiezan a darle importancia a lo que piensa usted y elabora larguísimas noticias que siempre empiezan con «Twitter reacciona a…». Pero la profesión más curiosa que tiene usted desde que el router ha llegado a su vida es la de redactor jefe. Se explaya usted en la sección de comentarios de casi todos los medios de información digitales corrigiendo erratas, tesis, estructura, contenido y conclusiones. Y cae usted en un error terrible, porque no solo no está cobrando nada por ello, sino que nadie le está prestando atención.

8. Miente usted más que habla

Y no lo confunda con el punto cinco, en el que maquilla su existencia o simplemente omite información. No, a veces usted miente, a secas. Cuando algo extraordinario está a punto de ocurrir pero no ha ocurrido, ¿por qué no contar en Facebook que ha ocurrido? Cuando la respuesta triunfal se le ocurre dos horas después, su enemigo no está delante ¡pero el Facebook sí! Láncese y actualice su estado afirmando que esa respuesta triunfal salió de su boca. A veces ocurre incluso que amigos presentes en el momento que está usted falseando, en una especie de histeria colectiva, apoyan su mentira y refutan que eso que solo sucedió en sus fantasías ocurrió de hecho y fue graciosísimo para todos. Pero también suelen ser mentirosos que se inventan sus propias historias. Cuidado: apoyándole a usted queda pendiente que, en la próxima mentira que se inventen, usted les apoye a ellos.

9. Y no es Richard Avedon, aunque Instagram intente engañarle

¿Por qué demonios todo es bonito en Instagram? Aquí habría que enlazar con el punto 3. Los filtros de Instagram depositan sobre la imagen más tonta décadas de humedad, luz y viento que la convierten, de repente, en el glorioso testigo gráfico de algo maravilloso que ocurrió hace… veinte minutos. Su plato de macarrones ya no es tal, sino aquel delicioso plato de macarrones. Su foto previsible y mal encuadrada de un atardecer es aquel magnífico atardecer en el que todo cambió. Tal vez como respuesta a toda esta tontería surgió una todavía mayor: el tag #nofilters, que permite a sus usuarios vanagloriarse de que son magníficos fotógrafos de verdad y han sabido jugar con la luz sin recurrir al filtro Mayfair, Nashville o 1977. En realidad muchos de ellos están engañándonos y sí han usado filtros. Luego están los homosexuales que llevan al límite las reglas del decoro en Instagram y ponen fotos suyas ligeros de ropa para pillar cacho. Probablemente hacen el uso más honesto de Instagram y son los únicos que saben explicarnos para qué demonios sirve.

10. No puede usted leer nada que no sea tipo Buzzfeed

Y por culpa de Buzzfeed todo lo que hay ahora en Internet son listas.

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